Dra. Ana Gago-Veiga
Cuando pensamos en una crisis de migraña, solemos identificarla únicamente con el dolor de cabeza. Y, sin duda, el dolor es uno de los síntomas más incapacitantes, pero no es el único.
La migraña se desarrolla en cuatro fases:
- La fase premonitoria
- El aura (presente solo en algunos pacientes, habitualmente visual),
- la fase de dolor propiamente dicha.
- la fase postdrómica o “resaca”, en la que muchos pacientes refieren agotamiento y dificultad para concentrarse tras el episodio.
De todas ellas, la fase premonitoria merece especial atención. Es la primera señal de que la crisis ha comenzado, aunque el dolor aún no haya aparecido. Puede iniciarse hasta 48 horas antes del dolor, y constituye una oportunidad para entender mejor la enfermedad y, en algunos casos, incluso actuar antes de que el dolor se instale.
¿Qué ocurre en esta fase?
Durante esta etapa inicial, el cerebro de quien padece migraña ya está funcionando de forma distinta. Se activan áreas del cerebro como el hipotálamo, el tronco del encéfalo y el sistema límbico, que regulan el sueño, el apetito, la temperatura corporal y el estado de ánimo.
Esta activación origina una amplia gama de síntomas: los llamados síntomas premonitorios.
¿Qué son los síntomas premonitorios?
Son síntomas que aparecen antes del dolor de cabeza y forman parte de la propia crisis. A menudo se confunden con signos de estrés, cansancio o cambios de humor, pero en realidad son manifestaciones precoces de la migraña.
Se han descrito más de 30 síntomas distintos, siendo los más frecuentes:
- Cambios en el carácter: irritabilidad, tristeza, apatía o, al contrario, euforia o hiperactividad.
- Fatiga o somnolencia.
- Dificultad de concentración.
- Bostezos repetidos.
- Rigidez o molestias cervicales.
- Cambios en el apetito (antojo de dulces o alimentos concretos) o aumento de la sed.
- Mayor sensibilidad a la luz, al ruido o a los olores.
- Cambios en la temperatura corporal: sensación de frío o calor.
Cada paciente tiene su propio “patrón” de síntomas. No suelen aparecer de forma aislada: la mayoría presenta entre tres y cuatro síntomas por episodio.
Además, no son constantes: en un mismo paciente pueden repetirse en unas crisis y ausentarse en otras. Solo un 10–30 % de los pacientes experimenta exactamente los mismos síntomas en todas sus migrañas.
“No sabía que eso también era parte de mi migraña”
Muchos pacientes no reconocen sus síntomas premonitorios hasta que se les explica que forman parte del proceso de la migraña. Es frecuente escuchar frases como:
“Ahora entiendo que esa irritabilidad y ese cansancio sin motivo aparente eran ya parte de mi migraña.”
Comprenderlo ayuda a reducir la ansiedad y la sensación de imprevisibilidad que acompañan a la enfermedad. Saber que estos síntomas son una manifestación precoz de la crisis, y no algo “ajeno”, les permite entender mejor su enfermedad y anticipar la crisis. Por eso, la educación del paciente es una herramienta terapéutica clave.
¿Cuándo aparecen y cuánto duran?
Los síntomas premonitorios suelen comenzar entre 6 y 10 horas antes del dolor, aunque en algunos casos pueden hacerlo hasta dos días antes.
Existen síntomas no evolutivos (como la euforia o la hiperactividad), que aparecen de forma precoz y desaparecen antes del dolor, y otros evolutivos (como la fatiga o la dificultad de concentración), que se intensifican a medida que la crisis se aproxima.
Factores desencadenantes... ¿o síntomas premonitorios?
Durante años se pensó que ciertos alimentos o situaciones “desencadenaban” la migraña. Sin embargo, investigaciones recientes muestran que, en muchos casos, esos factores son síntomas premonitorios mal interpretados.
Por ejemplo, el clásico deseo de comer chocolate o dulces no suele ser la causa del ataque, sino una consecuencia del mismo: la activación del núcleo accumbens, una región cerebral relacionada con el placer y la recompensa, provoca esa apetencia.
En otras palabras: no es el chocolate el que causa la migraña; es la migraña la que provoca el deseo de comer chocolate.
Comprender este matiz, en algunos pacientes, puede evitar restricciones innecesarias y ayuda al paciente a reconocer los verdaderos síntomas de inicio de su enfermedad.
¿Por qué es importante esta fase?
La fase premonitoria representa una ventana terapéutica. Identificarla permite no solo anticipar la llegada del dolor, sino también intervenir antes, reduciendo su intensidad o incluso evitando que se desencadene.
Los primeros estudios, como los de Waelkens y Luciani, ya demostraron que, si se trata al paciente durante esta fase, se puede prevenir o atenuar el dolor en hasta dos tercios de los casos.
En la actualidad, los nuevos antagonistas del receptor CGRP, como el ubrogepante, han mostrado resultados prometedores cuando se administran en esta etapa inicial. Al actuar sobre los mecanismos neuroquímicos que ya están activados, pueden bloquear la progresión de la crisis si se toman a tiempo.
No obstante, este enfoque solo es eficaz si el paciente ha aprendido a reconocer sus síntomas premonitorios, y siempre debe hacerse bajo supervisión médica. No todos los pacientes predicen sus crisis de la misma forma, ni todas las crisis son iguales.
¿Hasta qué punto el paciente puede predecir sus crisis?
Los estudios sobre síntomas premonitorios muestran cifras variables, en parte por las diferencias en la metodología empleada (cuestionarios retrospectivos o entrevistas dirigidas). Aun así, los resultados más consistentes indican que entre el 70 y el 85 % de los pacientes presentan síntomas premonitorios, aunque solo un tercio logra anticipar más de la mitad de sus crisis.
Esta baja capacidad predictiva se debe a que los síntomas son bastante inespecíficos y pueden confundirse fácilmente con sensaciones cotidianas. No siempre es sencillo reconocer que esa tristeza, cansancio o falta de energía sin motivo aparente son, en realidad, las primeras señales de que la migraña está comenzando.
Por ello, se están investigando métodos de predicción más objetivos, que no dependan exclusivamente de la percepción del paciente. Entre ellos destacan:
- Pulseras de registro de variables hemodinámicas (temperatura, frecuencia cardíaca…)
- Biomarcadores en saliva o sangre.
- Cambios en el lenguaje
- Patrones electroencefalográficos.
Los primeros estudios con sistemas de monitorización portátil han mostrado una alta precisión para detectar el inicio de la crisis, aunque todavía se trata de herramientas en fase de validación y no disponibles en la práctica clínica habitual.
Aprendizaje final
La primera fase de la migraña, la fase premonitoria, es mucho más que un aviso: es el comienzo real de la crisis. Reconocerla ofrece una oportunidad de intervención, de autoconocimiento y de control. Aprender a identificarla, junto al neurólogo, ayuda al paciente a entender mejor su enfermedad, anticiparse al dolor y reducir su impacto.
Porque comprender la migraña es también el primer paso para adelantarse a ella.
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